DERECHO A REPLICA DE LA MIRELLA
Haciendo uso de mis derechos (mányense esa), quiero aclarar algunas cosas. Les voy a batir bien la justa. Entre nosotros este secreto lo cuento porque ya prescribió, antes no lo hubiera contado ni que me apretaran los dedos con una puerta.
La verdad es que mi hombre era el guapo Rivera. ¿Qué macho! ¿Tenía músculos hasta en el pelo, y pelo por todo el cuerpo! El no había inventado el sexo. ¡Por supuesto! ¿Pero que lo mejoró? ¡Seguro!
Yo lo veía y se me mojaba la chabomba. ¡Menos mal que con tantas enaguas como se usaban antes no se me notaba nada!
Una noche me cuentan que ese turro del guapo ¡MI GUAPO! Le estaba haciendo ojitos a la parda Flora, mi eterna rival.
Entonces pensé, mejor me abro ahora, antes que pase algo.
¿Se imaginan si en el cabarute se enteraban que el guapo me cambiaba por la Parda?
¡Mis acciones se venían más en baja que andá a reíte de Grecia! Para quedar bien parada tenía que enganchar un gil. ¡Enganché al que estaba más a mano, y que aprovechaba a chamuyarme cuándo el guapo se daba vuelta. ¡Era gil pero no comía vidrio! ¡Se hubiera tenido que masticar entera la botella de champan si Rivera lo advertía.
Por eso, nada más que por eso le di bola esa noche al chabón. ¿Se los juro!
Porque a mí me podrán decir, puta, atorranta, guacha y hasta chorra, pero. ¡Jamás! ¿Me entienden? ¡Jamás! ¡Pobre mina!
Es verdad que cuándo este coso me volvió a ver yo estaba medio en bajada pero, “Mendiga harapienta” ¡Su hermana!!
Al poco tiempo de ese encuentro me ligué un cirujano plástico que me hizo un toquecito acá, otro allá. Poca cosa para que todo quede elevado a la altura de las circunstancias.
Cuando era joven me gustaban los millonarios, pero con el tiempo me avivé, los platudos ahora no largan un mango y, con un tordo mejorás el capital. ¡Es puro valor agregado!
Pedro digo yo, este gil, antes de hablar, se habrá mirado al espejo? Porque yo también lo vi, les cuento, se le cayeron los dientes y el pelo, pero eso sí, le crecieron tres panzas, una arriba de la otra. ¿Hará pis sentado? ¡Porque los brazos no le crecieron.
No hay nada que hacer, los hombres cuándo maduran son una gran panza con autoestima alrededor. ¡Qué digo! ¿Cuándo maduran? ¡Estos no maduran, se pudren directamente!
Sé que les contó que una noche se quiso suicidar, pero no les contó cómo. ¡Un papelón!
Se tomó cuatro botellas de champan y tres tiras de cafiaspirina. Flotaba. Decí que un amigo para que no se quedara pegado en el techo lo ató de los tiradores a la pata de una mesa. Lloraba porqué ya no tenía veinticinco años. ¡Para lo que le servía!
Siempre fue de lágrima fácil. ¡Si me habrá arruinado hombreras! ¡Me las empapaba todas!
Decía que lloraba por su dulce viejecita que lavaba ropa ajena. ¡Vieja bruja y roñosa! ¡No lavaba ni la suya!
Así que cuándo lo escuchen no le crean nada, ese a mi no me ganó, les digo más. ¿Ese no puede ganar ni a las bolitas!.